Nuestra
gran debilidad como seres humanos es poseer una naturaleza cortoplacista. Nos
cuesta pensar qué sucederá dentro de unos 5 o 10 años o peor aún, 1 o 2; prueba
de ello son las políticas ambientales en términos globales. Vivimos el presente
sin pensar en el futuro y las repercusiones que el hoy tendrá en el mañana. Por
algo, Jorge Riechmann definió al Siglo XXI como el “Siglo de la gran prueba” o
la “era de los límites”.
El 2015
marca un momento intenso de adelantos -y retrocesos- que conllevan a mirar y
pensar en el futuro, no solo de la biósfera sino de toda la geósfera. Ver al
planeta como un sistema holístico que nos retribuye cada día con sus
“servicios” y no como un “fondo de capital financiero”, es una forma de
adelantarnos en el proceso.
Desafíos
actuales como el cambio climático, el hambre, la pobreza o la guerra tienen que
sentar las bases para una reflexión conjunta basada en una retrospección
interna y colectiva en la que las sociedades -muy heterogéneas entre sí- puedan
encontrar un punto de inicio para una discusión democrática, vinculante y
equitativa.
Los Objetivos de
Desarrollo Sostenible - Naciones Unidas- y sustituirán a los Objetivos de
Desarrollo del Milenio, “deben” crear las bases de esta discusión ambiental
mundial. El planeta lo necesita y nosotros también. Si no tomamos acciones
actuales para enfrentar los desafíos próximos, las inversiones que tendremos
que realizar en el futuro y los gastos económicos, serán mucho más costosos
que realizarlos en la actualidad. Responder al cómo hacer para reducir la
vulnerabilidad social (disminuyendo la pobreza, contribuyendo al desarrollo
humano, fortaleciendo el emprendimiento de comunidades, etc) por medio de la
resolución de los problemas ambientales, debe estar conectado con una fuerte
política ambiental global con enfoques regionales, nacionales y locales que
constituyan una ventana para la integración de indicadores que permitan superar
las brechas socio-ambientales.
La COP-21 en Paris,
también marca un hito fundamental este año en la lucha mundial de tener un
sistema gobernable, reduciendo los “niveles irreversibles” que plantea el
cambio climático.
No es solo la aprobación de un nuevo documento vinculante que
sustituya al casi extinto Protocolo de Kyoto, sino también, generar en los
líderes del mundo (políticos, económicos, industriales y desarrollistas), un
interés ético ante este gran desafío del cual solo hemos visto la punta del
iceberg; ¡preocuparnos por lo que verdaderamente importa!.
Todo está en nuestras manos, no le
echemos la culpa a quien tengamos al lado.